Pese a una vida difícil, esta
joven cumplió su sueño de convertirse en una exitosa empresaria de un
negocio de especias. Ganó un concurso y aún le quedan muchas metas por
cumplir.
Johanna Nores Llave .
La Parada, 1988. Era sábado y Francisca, de ocho años, acompañaba a
su mamá María, como todos los fines de semana, a vender canela, orégano y
anís. No ganaba mucho dinero, pero sí lo suficiente para apoyar en
casa con algunas monedas. Ese fue su primer contacto con el trabajo y,
desde entonces, nada la detuvo.
Hoy, 24 años después, Francisca permanece en el populoso mercado de
La Victoria. Esta vez, con un negocio próspero a base de las especias y
los condimentos que perfilaron su camino al éxito.
Una mujer luchadora
Francisca Roca nació luchando. Era 1979 y el partero creyó que por
ser una bebé prematura no podría sobrevivir. Los días pasaron y la
recién nacida se encargó de demostrar lo contrario.
Tiempo después le detectaron una rara enfermedad alérgica llamada
ocena, con la cual sigue batallando hoy en día. Pero si hay algo que ha
marcado sus 32 años de vida es la violencia que tuvo que experimentar
en casa. Su padre, alcohólico, lastimaba sin reparos no solo a la
pequeña Francisca sino también a su madre y a su hermana Nancy. Fueron
tiempos difíciles. Y el trabajo era acaso la puerta de salida a su
tristeza, pobreza y una luz a la independencia.
Una empresaria innata
La calle fue para Francisca su escuela. Y María, su ejemplo a
seguir. No cursó estudios superiores, es cierto; sin embargo, su
habilidad para dirigirse a las amas de casa y vender sus productos, así
como llevar las cuentas diarias, le enseñaron a conocer mejor que nadie
el mercado.
Con 13 años ya manejaba muy bien un puesto de condimentos en La
Parada, y a los 17 viajó a un pueblito de Abancay para trabajar por su
cuenta y alejarse de los maltratos de su progenitor.
De regreso a Lima, a los 18 años, tuvo una idea brillante: lanzar al
mercado los langostinos secos, un invento de su madre luego de varias
horas observando la demanda de este crustáceo en Semana Santa. “¿Por qué
no se puede vender todo el año?”, se preguntaba la joven empresaria.
Langostinos secos La Rocka
Así, con un nuevo proyecto a cuestas y sin dejar la venta de
especias, Francisca y María viajan a los puertos de Paita y Sechura para
empaparse de todo lo concerniente a los langostinos. En Tumbes abren
una procesadora y desde allí empiezan a enviar a Lima los kilos del
crustáceo seco para comercializarlos.
Al comienzo, el nuevo producto no tuvo mucho éxito en La Parada,
pero Francisca se las ingenió para posicionar los langostinos en el
gusto de la gente.
Para ello creó numerosas recetas a base del novedoso ingrediente y
mejoró su presentación en prácticas bolsas de plástico bajo la marca de
La Rocka, su apellido paterno. Paralelamente, crea su distribuidora que
lleva el mismo nombre y, poco a poco, logra la ansiada presencia en el
mercado, en el que ya lleva más de diez años.
La microempresaria del 2011
Precisamente, el esfuerzo de Francisca fue recompensado cuando en octubre pasado obtuvo el primer lugar del concurso Mujer Microempresaria Crediscotia,
lo cual confirmó que no se equivocó cuando optó por dedicarse a la
venta de especias. “Todos pueden llegar a cumplir sus metas”, dice muy
segura desde su trinchera de combate en La Parada.
Fuente: La Republica
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